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Una estatua que trae cola...

domingo, 5 de enero de 2014
Si alguna vez pasáis por la Plaza de Oriente, próximo a la parada de Ópera, veréis que el parque está custodiado por una estatua de un hombre montado en caballo. Seguramente dicho monumento no os llamará mucho la atención, ya que la Plaza está repleta de estatuas. Pero si os fijáis bien, siempre hay algún turista (casi siempre son turistas, ya que son muy observadores) mirando prolongadamente al jinete... ¡y sus razones tiene para hacerlo!
Fotografía: Asier Mendizábal Merino | Felipe IV quería hacer sombra a la estatua de su padre

La estatua tiene un diseño innovador y diferente. Si lo veis de perfil os daréis cuenta que es un auténtico rompecabezas del equilibrio. La figura es de un caballo que, con las dos delgaditas patas en el suelo (las otras dos las tiene levantadas), sostiene todo el peso del resto de su cuerpo (y también al jinete). Esto burla todas las leyes de la física, ya que parece que la escultura caerá de un momento a otro hacia delante.
¡Pues la estatua tiene truco! Aunque a todas los observadores nos parezca que el peso lo llevan las dos delgadas piernas de caballo, en realidad compensa el equilibrio, en una gran parte, con la cola del caballo.
El jinete del monumento es Felipe IV. La inauguración de la obra fue en 1843, pero fue esculpido en 1632, siendo así la primera escultura que innovó y revolucionó  las leyes de la ingeniería.
El creador de tal maravilla fue un italiano, Pietro Tacca, el mismo autor que la estatua del padre, Felipe III (que actualmente está en la Puerta del Sol). Tacca se inspiró en diseños de Velázquez para moldear la estatua, concrétamente con el cuadro "Felipe IV a caballo". Asimismo, Felipe IV, le exigió que su retrato fuera un precursor artístico a nivel mundial. De hecho, la postura del desafiante caballo fue idea del Rey, quien pidió que el caballo apareciera en corveta, ergo, apoyado tan solo de las dos patas de atrás. El diseño de tal obra de arte sin precedentes llegó incluso al mismísimo Galileo Galilei, quien recomendó al autor, Tacca, que hiciera la cola, el culo y las patas del caballo macizas y que dejara hueca la parte delantera del caballo para  poder compensar el equilibrio del monumento. La carta que le escribió el matemático a Tacca se recoge en el libro de Marco y Peter Besas "Madrid Oculto: Una guía práctica":
«...El problema al que se enfrenta es verdaderamente curioso y me lo planteo como si se tratara de un acertijo tal y como acostumbraba a hacer cuando era joven. La idea de colaborar con usted y con el maestro Velázquez es una propuesta demasiado tentadora como para desestimarla.
Déjeme decirle que necesitará ocho toneladas de bronce para su estatua, pues la parte trasera ((del caballo) debe ser de metal sólido. Le enviaré la inclinación, ángulos y cálculos tan pronto como me sea posible. No dude ni por un instante que dedicaré tanto esfuerzo a solucionar su problema como si se tratara de la más importante de mis investigaciones científicas.»

¿Y las estatuas de alrededor?

Aparte del caballo, otra cosa que llama también mucho la atención de los turistas (muy curiosos ellos) es que las estatuas de alrededor están a la altura del suelo. La razón de tal curiosidad les puede extrañar más que la ubicación de las propias estatuas.
Esos 20 monumentos son cinco reyes españoles visigodos y quince monarcas de los primeros reinos de la Reconquista, que están en la Plaza de Oriente, al lado del jinete Felipe IV. Eso sí, la ubicación de estos monumentos era muy distinta hace años... Antes estaban en la cornisa del palacio (el edificio que está justo enfrente de la Plaza).
La cosa cambió cuando la madre del rey Carlos III, Isabel de Farnesio, tuvo una pesadilla en la que soñaba que en una noche de viento y tormenta, todas estas estatuas caían de la cornisa y causaba numerosas muertes y terribles daños en la calle. Esa pesadilla fue tan extrema que convenció al Rey para que bajara todas y cada una de las estatuas. Así, Carlos III decidió obedecer a su madre (como buen hijo) mediante un Real Decreto firmado el 8 de febrero de 1760.
¿Quién sabe? Si no se hubieran bajado las estatuas, tal vez la premonición de la madre se habría cumplido...
Fotografía: Asier Mendizábal Merino | La cara apática y estoica del jinete tampoco pasa desapercibida


Ver Estatua de Felipe IV en un mapa más grande

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